En 1134 Alfonso I Rey de Aragón murió sin
descendencia y los nobles solicitaron a su hermano Ramiro, hasta entonces
monje, que tomara la corona.
A pesar de no tener ningún interés en gobernar, aceptó, se
casó, tuvo una hija y al año siguiente la cedió en matrimonio a Ramón Berenguer IV, Conde
de Barcelona y descendiente directo de Borell II. Una vez solucionado el
problema sucesorio de Aragón, Ramiro se retiró para continuar con su vida
monacal.
En todo caso, si de los dos territorios alguno tuvo
mayor influencia en el reinado de la corona, sin duda fue Catalunya por su mayor
poder económico debido al control del Mediterráneo, mayor población y porque la
corte estuvo siempre enclavada en Barcelona.
Ningún historiador acepta el mito de que “Catalunya
pasó a formar parte de Aragón”. Lo que sí es cierto es que a la suma de ambos
se le llamó la Corona de Aragón. ¿Por qué? Por algo tan simple como que el
título de Rey era mucho más llamativo que el de Conde de Barcelona o Príncipe
de Catalunya (por cierto, cuestión que dice mucho del tipo de monarquía que
reinó en Catalunya, tan supeditada a las cortes que nunca “pasó” de ser conde o
príncipe).
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